
El público aclama al gran campeón. El Oso de Acero se yergue como una montaña en su esquina mientras su segundo revisa y aprieta sus guantes. Mantiene la mirada sobre su rival. Tigre, en cambio, se mantiene sentado y aparentemente tranquilo. Sostiene la mirada al Oso sin pestañear. Es un desafío añadido, una forma de expresar que no le tiene ningún miedo. Eso incomoda al Oso.
—Ya sabes, Tigre —dice Eva —, ten mucho cuidado con su derecha. Su implante muscular le da mayor potencia al golpe. Si ya de por sí es una bestia, en cuanto lance su mejor ataque será mejor que esquives. Si bloqueas te destrozará todos los huesos del brazo.
—Tu piel biometálica no te protegerá —completa Simón —. Hazle caso a Eva.
Tigre asiente. El árbitro holográfico llama a los contendientes para explicarles las reglas. Ambos acuden al centro del cuadrilátero.
—Ya sabéis cómo va esto —dice. —Nada de golpes por debajo de la cintura. Eso va más por ti, Tigre, ya que la diferencia de altura es considerable.
—Haré que agache la cabeza —responde el boxeador.
El Oso se echa a reír. Luego le pone el guante en la cara a su contrincante con un movimiento suave y lento.
—Haré que te tragues tus palabras, chico. Una a una. Voy a hacer que te arrepientas de haberme retado y luego te mandaré directo al hospital. Espero que haya un buen médico en urgencias cuando llegues.
—Bien, chocad los puños —dice el árbitro —. Juego limpio y que gane el mejor.
Los combatientes chocan los guantes y se alejan un paso. El árbitro hace lo mismo y suena la campana que da comienzo a la primera ronda. Tigre mantiene la distancia y comienza a bordear a su oponente en el sentido de las agujas del reloj. El Oso mantiene una guardia mixta de tres cuartos, dejando bastante rostro al descubierto. Su postura es recta y relajada. Tigre trata de encajar un rápido gancho a la barbilla del Oso, pero este lo bloquea con los antebrazos y sonríe. El retador intenta dos crochés, uno con cada mano, tratando de encontrar los oídos de su oponente, pero este se cubre rápidamente con los guantes. Acto seguido el Oso contraataca con un jab demoledor que impacta en los guantes de Tigre. Este se echa un paso atrás. El Oso tiene una fuerza abrumadora. Sin previo aviso el Oso desata una tormenta de crochés con ambas manos sobre la cabeza de su oponente. Este no tiene más remedio que cubrirse con una defensa peekaboo y retroceder hasta las cuerdas. Por suerte logra evitar la esquina y logra poner cierta distancia moviéndose hacia su izquierda.
—Espero que el chip le esté captando todos los microgestos —comenta Simón. —Porque, o comienza a esquivar cuanto antes, o no llegará al tercer asalto.
Más y más golpes intentan abrirse camino en la defensa de Tigre tratando de alcanzar rostro o costillas. Tigre logra evitar casi todos, a excepción de uno que impacta en su costado izquierdo y le provoca un gesto de dolor, pero sigue manteniendo la defensa alta. En un momento dado el brazo derecho del Oso se echa para atrás. Una especie de tira metálica que parece metida en su carne comienza a iluminarse desde adelante hacia atrás. El Oso queda totalmente expuesto durante unos instantes, pero el directo que logra desencadenar revienta por completo la defensa férrea de Tigre y logra abrirse paso hasta el rostro. Tigre cae sobre las cuerdas. El árbitro separa a los contrincantes y acto seguido indica a Tigre que no puede sujetarse en las cuerdas, tiene que soltarlas. El boxeador parece no poder moverse durante unos instantes, luego logra hincar la rodilla en la lona soltándose de las cuerdas y poco a poco se pone en pie. Sangra por la nariz y por la boca. El golpe ha sido tan brutal que incluso las manos le duelen por intentar bloquearlo. El Oso se ríe.
—¿Quieres más? Ven a por mí, gatito.
(continuará)

Jorge Daza Martín (Madrid, España)
Nacido en Madrid, en 1981. Técnico Microinformático de profesión. Ha trabajado en importantes empresas como Banco Popular, Banco Santander y Telefónica. Escribe por afición desde la adolescencia y publicó su primera novela, Ibero, comedia de acción y hombres lobo,en septiembre de 2018. Y la segunda, Sin Whisperers, inspirada en la Divina Comedia, en 2020. Ambas de fantasía paranormal, orientadas a un público joven y publicadas bajo el sello de la Editorial LXL. También ha colaborado en la antología benéfica Libertad de la misma editorial con el relato corto de corte futurista llamado Alma.
Aunque las dos novelas que han visto la luz son para jóvenes adultos, el autor también explora otros géneros como la fantasía, el suspense y la ciencia ficción, teniendo en todas ellas un estilo particularmente visual y centrado en unos personajes bastante humanizados y cercanos.
Actualmente compagina su trabajo escribiendo novelas de diversas temáticas y experimentando con guiones de televisión.