
Simón baja las escaleras que dan acceso al gimnasio. Eva deposita toallas sobre una silla y sale a su encuentro.
—¿Y bien? ¿Qué es eso tan importante que tenías que decirme?
—¿Está Tigre por aquí?
—Aún no ha llegado. Pero lo hará en breve.
—Entonces no tengo mucho tiempo. ¿Recuerdas el vídeo con el que Tigre está obsesionado? Esa pelea entre el Oso y otro chico.
—Sí. Lo ve siempre, antes de cada combate e incluso después. Lleva estudiando los movimientos de esa bestia desde el principio.
—Eso pensaba yo también, pero estábamos equivocados. El chico con el que lucha es el hermano de Tigre.
Eva abre los ojos como platos.
—¡¿Qué?! ¿Su hermano?
—Así es. Y no solo eso. Ese combate fue el último. El Oso mató al chico durante el mismo.
Eva se sienta en el borde del cuadrilátero para asimilar la noticia. Pierde la mirada en el suelo.
—Entonces la intención de Tigre es… vengarse.
—Por supuesto. Y no sé cómo he podido estar tan ciego, la verdad. Era algo evidente. En cuanto averigüé el nombre del chico todo fue rodado. Tigre intentó forjarse una carrera profesional aquí, pero una lesión en el brazo izquierdo le impidió competir en el circuito habitual. Tenía garra y talento, y era consciente de ello. Durante su corto período profesional un americano se fijó en él y le invitó a competir en los circuitos de los bajos fondos de Las Vegas. Tigre no se lo pensó dos veces y se presentó allí tan solo con un par de guantes. Primero compitió en veladas amateur para animar los casinos, pero pronto el tinglado se le quedó pequeño. Derribaba a sus oponentes con tanta facilidad que le quitaba el espectáculo al combate. Fue ahí cuando le bautizaron con el apodo de Hungry Wolf, Lobo Hambriento en cristiano. Entonces se metió en el circuito de las grandes estrellas de los bajos fondos, donde su reputación no hizo más que agrandarse con cada pelea. Logró suficiente dinero como para hacerse la piel biometálica y así disimular su lesión. Fue escalando puestos hasta llegar a la élite y mantenerse allí durante un tiempo.
—¿Y qué pasó?
—Desapareció.
—¿Qué quieres decir? ¿Cómo que desapareció?
—En su último combate en Las Vegas logró ganar por KO en el séptimo asalto, pero quedó severamente tocado. Se extendió el rumor de que murió en el hospital poco tiempo después por lesiones internas, pero nadie sabía nada en realidad. Pasaron los meses que el Lobo nunca regresó.
—Derrame cerebral —dice Tigre bajando silenciosamente las escaleras. Deja la bolsa de deporte en el suelo —. La operación fue muy difícil. Fue un milagro que saliera con vida. Para compensar el daño me implantaron el chip neuronal que predice los movimientos mediante los microgestos.
Eva se levanta rápidamente y va a su encuentro.
—Tigre, perdona, no sabía que Simón iba a venir con esto. Yo…
—No pasa nada. Él ya sabía quién era yo desde hacía tiempo. No pretendía ocultarlo, pero sí manteneros al margen.
—Así que estoy en lo cierto —dice el analista. —Ese chico que peló contra el Oso de Acero era tu hermano y quieres vengarle.
—¿Es eso verdad? —inquiere Eva.
—Si os lo hubiera dicho desde el principio no me hubieseis ayudado.
—¡Porque es un suicidio! —estalla Simón. —No sé contra qué clase de boxeadores habrás peleado en Las Vegas, pero el Oso no es ni comparable a ellos. Te destrozará.
—Puedo vencerle.
—Tigre —dice Eva —, la diferencia de tamaño entre vosotros dos es enorme. No podrás hacerle daño. Sería como golpear la carrocería de un camión.
—Puedo vencerle. Lo sé.
—Pues ya nos dirás cómo —se acerca Simón. —Con tu implante podrás esquivar algunos golpes, pero no todos. Al final te acabará conectando alguno, y sus puños son como putos martillos. En el momento en el que te logre dar uno con suficiente fuerza tu chip estallará en tu cabeza.
—Lo sé.
—¡¿Lo sabes?! ¡¿Y aun así te metes en la boca del lobo?!
—No tengo otra opción.
—Claro que tienes opción, siempre hay otra opción —dice Eva. —Retírate.
—No puedo. Ya no —Tigre abre la bolsa y saca unos guantes.
—Tigre, no puedes enfrentarte a él. Te matará igual… que hizo con tu hermano.
Tigre suelta los guantes sobre la banqueta y lanza una mirada seria a su entrenadora. Levanta el dedo índice.
—Aún me queda un as bajo la manga. Algo que he estado reservando únicamente para él. Sé que puedo vencerle. Y lo haré.
—Si te da un solo puñetazo con toda su fuerza, solo uno… —dice Simón señalando su cabeza —tu cerebro no lo aguantará. Estarás acabado.
—Entonces ayudadme a evitarlo.

Jorge Daza Martín (Madrid, España)
Nacido en Madrid, en 1981. Técnico Microinformático de profesión. Ha trabajado en importantes empresas como Banco Popular, Banco Santander y Telefónica. Escribe por afición desde la adolescencia y publicó su primera novela, Ibero, comedia de acción y hombres lobo,en septiembre de 2018. Y la segunda, Sin Whisperers, inspirada en la Divina Comedia, en 2020. Ambas de fantasía paranormal, orientadas a un público joven y publicadas bajo el sello de la Editorial LXL. También ha colaborado en la antología benéfica Libertad de la misma editorial con el relato corto de corte futurista llamado Alma.
Aunque las dos novelas que han visto la luz son para jóvenes adultos, el autor también explora otros géneros como la fantasía, el suspense y la ciencia ficción, teniendo en todas ellas un estilo particularmente visual y centrado en unos personajes bastante humanizados y cercanos.
Actualmente compagina su trabajo escribiendo novelas de diversas temáticas y experimentando con guiones de televisión.