
Nada tenía que ver con leyendas inventadas o cuentos de terror (esos que hacen los abuelos a sus nietos sentándoles en su regazo). El puente era real y estaba allí, sobre tierra firme. Debajo no corría ningún riachuelo, tampoco había un precipicio u otro accidente geofísico que justificara su razón de existir. No obstante, nadie se preguntaba ni cuándo ni por qué había sido erigida tan absurda pasarela, por demás, construida a una altura de dos metros sobre el suelo.
Los niños corrían de un lado al otro por la armazón de madera, jugaban como si estuvieran en un parque temático. También los adultos caminaban sobre el puente sin preocupación alguna (en ocasiones, miraban hacia abajo imaginando un río). Algunas parejas se daban cita sobre el extraño andamiaje para andar de la mano (se suponía romántico). Cada año, el Ayuntamiento mandaba a un equipo de operarios para realizar obras de mantenimiento: se sustituían las vigas deterioradas con otras nuevas, se barnizaba el pasamano, se… ¡Ah!, se me olvidaba decir que el puente —de una longitud de veinte metros— tenía en sus extremos una puerta para entrar o salir… Y lo más importante de todo: en cada puerta había un cartel con letras rojas, en mayúscula:
«¡ATENCIÓN! ENTRE SIN PENSARLO. UNA VEZ EN EL PUENTE, CRUZAR DE UN EXTREMO A OTRO».
De esta forma, todos —al menos, casi todos— obedecían y cruzaban. ¿Por qué? Sinceramente, por lo general, ningún habitante de ese extraño país se lo preguntaba siquiera. A todas vistas, se trataba de algo sin lógica; quizá una especie de rito (por llamarlo de algún modo): todos —o casi todos— iban y venían por el puente sin cuestionarse la historia, no del puente, sino de la tierra que, a su alrededor, pertenecía al reino de los suicidas.
NOTA: Hubo quien saltó por la barandilla del puente. Hubo, también, quien siguió su camino sin cruzarlo. Doy fe de ello.

(Matanzas, Cuba). Licenciada en Filosofía (Universidad de La Habana, 1984) y en Lengua y Literatura Románica y Latinoamericana (Università degli Studi di Napoli L’Orientale, 2008). Narradora, poeta y ensayista. Autora de Antología del positivismo en México (Universidad de La Habana, 1992) y de la monografía Teilhard y Lezama: teología poética (Ediciones Vivarium, 1996). Ha publicado, además, las novelas La enana (Ediciones Camelot, 2019) y Amanda (Letrame, 2021), así como el poemario El ritmo del conjuro (Editorial Fleming, 2020). Coautora del libro de relatos De lunas, mujeres y otras historias (Mariposa Ediciones, 2020). Algunos de sus relatos, poemas y artículos se encuentran en su blog Cuenta conmigo (www.reginaenvenus.blogspot.com.es), así como en revistas internacionales y diferentes antologías editadas en España. Afincada en León desde 2012, participa activamente en la vida cultural de dicha ciudad. Es miembro de mil9colectivo_Literario. Colabora como autora con Masticadores de Letras España.